Una noche de máscara

Tranquilo, solo y contento
en mi cuartito o rincón
leía yo la otra noche
las sátiras de Boileau,
cuando con grande algazara
entrándose de rondón
una docena de amigos
el aposento inundó.
 
¡Siempre encerrado! - dijeron
todos ellos a una voz,
ni un adusto Cenobita
vive con tanto rigor.
Vamos amigo, es preciso
salir, buscar distracción;
estamos en carnaval,
y ya que me empeño yo,
necesario es que esta noche
salgas de máscaras.
 
¡Oh no!
¡Yo de máscara!, ¡señores!
¡Por San Pascual el bailón!,
si no tengo que ponerme,
si no se fingir la voz,
si no acostumbro...
 
No importa.
Nos vas a hacer un favor,
y al intento aquí traemos
una capa o rendigot,
Item mas una mantilla
y unas naguas de cordón.
Elige pues.
 
Si es empeño
la capa será mejor,
pues a las naguas tendré
que agregar un polisón,
muchas cosillas que aumentan
muchos grados el calor.
 
Aquí empiezan los amigos
a vestirme con primor,
y por final me pusieron
en la cabeza un morrión.
no un morrión de la milicia,
que cuestan muy caros hoy,
y pocos pueden comprarlos,
y nadie hace suscripción.
 
Salimos pues a la calle,
y violentando el pulmón,
ya cada uno adultera
el habla que Dios le dio.
 
Estaba la noche oscura,
el viento silbaba atroz
y las nubes amagaban
aguarnos la diversión,
como en efecto así mismo
poco después sucedió,
pues al llegar a la calle
que conduce a la del Sol,
donde en tiempo de la fruta
dan todo su resbalón,
y mientras hubo disputa
de si será mejor
ir a casa de Don Justo
primero que a la de Don...
 
Un aguacero tremendo,
desatándose feroz,
nos hizo correr a prisa,
y dar más de un tropezón,
y para mayor desgracia,
al saltar mi pie veloz,
se hundió en una alcantarilla
que a mi vista se ocultó,
pues plugo a la suerte adversa
que aquella noche de horror
se apagasen los faroles
que alumbran la población.
Mohino asaz y maltrecho,
maldiciendo en mi interior,
la máscara, el carnaval,
la noche y la distracción,
seguí adelante con todos,
hasta que al fin quiso Dios,
que llegásemos a casa
de Don Anselmo Alcohol,
donde aquella noche había
una brillante función.
 
Pero mañana diré
lo que allí me sucedió,
porque el Atlante... ¡es tan chico!
que exige moderación.
 
MÁXIMAS MORALES
("El Atlante" el 18 de enero de 1837)
 

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